Artículo de opinión de Carles Arnal sobre los incendios forestales evitables
En días recientes hemos padecido varios incendios de repetición. Evidentemente los ocurridos cerca de Riba-roja, todos ellos por causa humana, probablemente por las “tradicionales” quemas de cañares. Pero hay repeticiones a escalas mayores. Tenemos estadísticas detalladas sobre incendios forestales en nuestro territorio desde 1968. Estos datos son sumamente valiosos sobre todo para obtener informaciones útiles y directrices fiables en las estrategias de lucha contra este problema.
Comprobamos que, desde hace décadas, los incendios por causa humana han sido siempre los dominantes, aproximadamente el 80 % (ocho de cada diez). Es decir que sabemos de manera bien fiable que la mayoría de los incendios no son naturales y no son inevitables. Pero para evitarlos necesitamos una estrategia que priorice realmente la prevención y le dedique mayores recursos económicos, humanos, materiales y administrativos para este fin. Sin embargo, esta prioridad no ha existido nunca; tampoco ahora. Por lo tanto, no es de extrañar que el dato que mide la eficacia en la prevención (el número anual de incendios) no haya mejorado sensiblemente desde los años setenta-ochenta del siglo pasado. Sigue siendo un poco por encima de los 400 de media interanual. No obstante, existe una clara demostración de que los incendios por causa humana pueden evitarse de manera importante.

El experimento fue involuntario, pero claro. Durante la pandemia del Covid19 se obtuvieron las cifras más bajas, a nivel histórico, de incendios forestales en nuestro territorio, debido a las limitaciones de actividades humanas en medio natural. Naturalmente no son necesarias medidas tan drásticas ni generales, pero sí regulaciones bien estudiadas, moduladas temporal y espacialmente, en áreas forestales, con alternativas ventajosas para las causas de mayor riesgo y con la adecuada financiación. Los incendios de origen humano responden a un puñado de causas que conocemos bien, clasificadas en dos grandes grupos (no tan diferentes como pueda parecer).
En 2020, bajo las restricciones de la pandemia, las quemas agrícolas solo representaron el 8% de los incendios
Uno de ellos, el de las negligencias y accidentes, suele ser el mayoritario. Aquí destacan las quemas de restos agrícolas. También otras causas como quemas de residuos, hogueras, instalaciones eléctricas, fumadores, líneas de ferrocarril, chispas de vehículos, maquinaria agrícola y de otro tipo, trabajos forestales etc. En el grupo de los intencionados (muchas veces se denominan provocados), hay que empezar aclarando que, en gran parte, siguen siendo incendios accidentales o debido a imprudencias graves, pero no con una intencionalidad criminal, ni obra de locos pirómanos. Estos últimos casos, que estén realmente demostrados, son una completa rareza, casi anecdótica, en nuestro territorio.
La mayor parte de los intencionados, reciben este nombre porque el incendiario sí que deseaba generar un fuego voluntariamente, pero casi nunca pretendía generar un incendio descontrolado, con graves daños y de grandes dimensiones. Por ejemplo, uno de los casos más frecuentes son las quemas de cañares. Una actividad tradicional de gran riesgo, pero que raramente se provocan para arrasar cientos de hectáreas. Todos estos incendios de origen humano, de un tipo y del otro, no se generan ni por el calor, la sequía, ni por el viento… Tampoco por el abandono de la agricultura, ni por el crecimiento de los bosques, ni por lo intrincado del relieve…

Dichos factores pueden facilitar la extensión del fuego, una vez generado, o dificultar su extinción, una vez descontrolado. Pero ninguno origina un incendio si no hay detrás un humano, o una infraestructura o actividad humana, que genere fuego o chispas. Así de claro. Todos ellos son potencialmente evitables, y en gran parte, fáciles de evitar si se dispusiera de la decisión, la estrategia y los medios necesarios. Pero esto no se está dando por parte de las administraciones responsables.
Lamentablemente, la Generalitat no tiene claro avanzar de manera urgente trabjar la alternativa de la trituración de los restos agrícolas, ni tampoco en profundizar y reforzar las medidas de verdadera prevención Leer más
En los Planes de prevención de incendios (PPIF) de todas las demarcaciones forestales, las medidas realmente preventivas son marginales, y en los planes locales pueden llegar a ser miserables, con cantidades inferiores al 2% de los presupuestos denominados (falsamente) de prevención. Las medidas realmente preventivas no requieren grandes inversiones (pero sí mayores que las actuales). Al contrario, generan puestos de trabajo, no tienen impactos ambientales y sí tienen otros beneficios sociales y económicos. Sobre todo, requieren voluntad política y decisión. Por ejemplo, en el caso más destacado, el de las quemas agrícolas, no basta con dar algún cursillo voluntarista o hacer algo de publicidad para “concienciar”. Eso está muy bien, pero es claramente muy insuficiente.
Hay que establecer (previamente) una alternativa fácil (conocida y experimentada) para la trituración de los restos agrícolas, que no supusiera ningún gasto ni molestia de ningún tipo, ni para los agricultores ni para los pequeños ayuntamientos de interior. Los gastos deberían correr a cargo de la Generalitat, que puede obtener con facilidad ayudas con este objetivo provenientes de fondos europeos. En cualquier caso, serían cantidades de dinero que suponen ínfimas partes de lo destinado a abrir cortafuegos y pistas forestales que sólo pueden tener algún beneficio (cuando lo tienen, no siempre, ni mucho menos) cuando ya ha fracasado la prevención, y estamos frente a un desastre anunciado y evitable.

Reconducir esta situación no es imposible, pero requiere un cambio importante, que establezca la prioridad de la prevención y que entienda como tal, lo que debería entenderse: evitar los fuegos, evitar los incendios de causa humana. Esto, ahora no existe. Pero el cambio climático sigue avanzando. Sin auténtica prevención, vamos muy mal preparados.
Carles Arnal, Doctor en Biología y miembro de la Comisión Forestal de Acció Ecologista-Agró.
*Este artículo fue publicado originalmente el 16 de mayo de 2024 en Las Provincias.